As-is vs To-be: conocer la situación actual de tu negocio es clave para construir el camino hacia el alto rendimiento

Si hay una problemática que nos encontramos a diario cuando realizamos sesiones de diagnóstico a nuestros clientes, es la diversidad de percepciones del estado actual de la empresa por parte de todos los miembros de la organización.

 

¿Cómo podemos evaluar la realidad actual de nuestra organización?

 

Para evaluar la situación actual – o en términos anglosajones el “as-is” – de la empresa, es imprescindible observar desde el prisma de la objetividad lo que ocurre a nuestro alrededor.

 

Cómo están funcionando los procesos, la comunicación, si se alcanzan los objetivos… y ser autocrítico para detectar dónde se encuentran los problemas que importan a nuestros clientes y las inconsistencias que perjudican a la competitividad y a la consecución de resultados.

 

Una vez hemos identificado cómo está la empresa en este momento concreto, pasamos a visualizar cómo nos gustaría que fuera en el futuro – o en términos anglosajones, el “to-be”.
 

 

As-is: tal como es. Describiendo la realidad actual de la empresa

 

Un error que se comete constantemente cuando se evalúa el momento en el que se encuentra la empresa, es la mezcla de lo que ocurre y lo que nos gustaría que sucediera. Dando como resultado una percepción sesgada que no se acerca a la realidad.

 

Dicho de otra manera, los miembros del equipo son conscientes de lo que les gustaría mejorar en el proceso, pero no lo acaban de aplicar. Sin embargo, esa idea queda guardada en su cabeza y a la hora de la verdad, cuando se evalúa la realidad empresarial, el resultado es una mezcla de lo deseado y lo real.

 

Por suerte, contamos con la gestión de los datos, hechos y evidencias del Gemba que nos permiten ratificar si la percepción de los miembros de la organización representa la realidad adecuadamente.

 

 

To-be: cómo queremos que sea en el futuro

 

En cuanto a “lo que queremos que sea”, se produce la disparidad entre dos nuevos estadios: 1) aquel que debe suceder, para cumplir con las obligaciones a las que nos hemos comprometido con nuestra empresa -léase, cumplimiento del budget de la compañía-, y 2) aquel estado ideal – a veces, utópico-, al que sería muy interesante acceder, porque de hacerlo los resultados serían mucho más brillantes, pero al que “nadie” nos exige llegar. Sin embargo, ese estado ideal es el estado emocional e ilusionante que mueve a las personas y organizaciones.

 

Si analizamos las dos problemáticas suscitadas, entendemos que la base de cualquier transformación es que el punto de partida (“as-is“) sea cierto, ya que de no serlo, nos equivocaremos en el foco de nuestras actividades. Por tanto, este es un problema muy grave para el desarrollo de toda organización hacia la agilidad y el alto rendimiento.

 

A modo de conclusión, me quedo con la verdad, la verdad y nada más que la verdad, basada en datos y en hechos. Parafraseando a uno de mis referentes, el maestro Joan Manuel Serrat: “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

 

Quien quiera engañarse, es muy libre de hacerlo, pero que sea consciente de que obtendrá muy pobres resultados.

 

 

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