¿Cambio parcial?

Cambio parcial
El porqué somos tan reacios al cambio es uno de los temas clásicos y universales de nuestro Mundo.

Resistencia al cambio

Si existe algo que varía muy poco es la resistencia la cambio de las personas. Nos incomoda todo aquello que tenga que ver con alterar nuestra posición o situación en un entorno determinado.Uno de los complejos procesos que más llevamos a cabo con nuestros clientes, es el proceso de transformación lean de sus organizaciones. El mismo, siempre es acogido con grandes expectativas e, incluso, con ilusión.

Pero en algunas ocasiones sucede que la citada alegría se desvanece cuando les pides que han de hacer cambios. Entonces, la cosa varía drásticamente. Porque en ciertas ocasiones se está predispuesto a asumir la novedad, pero otra cosa es tener que cambiar el cómodo statu quo actual. De eso hay que hablar bastante más…

Y debo decir que no se trata siempre de una resistencia al cambio per se, sino que planteada una nueva situación, ni se piensa ni se contempla que haya que hacer más cosas, para que la «nueva medicina» surta efecto. Y ello es el fundamento de algunos fracasos en implantaciones lean.

Fracasos en implantaciones Lean

Veamos algunos ejemplos:

  1. Cuesta (mucho) persuadir y convencer que el mercado actual (nosotros mismos) nos conduce a la miniaturización del tamaño del lote a producir, pero poca gente cae (o acepta) en que si no miniaturizamos el set-up, a su vez, habremos hecho un pobre negocio. Siempre surge la pregunta: «¿Y el tiempo de cambio, qué?», para «luchar» contra el lote menor, en lugar de asumir y afirmar que: «hemos de reducir el tiempo de cambio», como consecuencia de lo anterior.
  2. Más de lo mismo ocurre con los transportes. Cuando comentas que el volumen a transportar también debe reducirse, nadie plantea que el proceso de negociación con los transportistas debe cambiar.
  3. O cuando se proponen implantar algunas herramientas lean en la planta. Nadie piensa que la organización de base, ha de estar limpia de inestabilidades y rigideces.

En definitiva, el «cambio de salón», cara a la galería, gusta; pero el cambio profundo, el de verdad, el que genera la transformación, el que no puede ser parcial, ya no agrada tanto. El poder de las conductas establecidas, los paradigmas, es enorme, y hace que cualquier movimiento en cualquier sentido, se avisto como un auténtico enemigo, hasta que se sale del «lado oscuro», y se observa lo «fácil» que es pasarse de bando.

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