Covid-19 ¿Una oportunidad perdida?

La parada de la actividad nos ha dado una bofetada tremenda e inesperada. Nos ha mostrado una realidad que estaba ahí y que no veíamos.  Ya han cambiado nuestros hábitos, nuestras relaciones sociales, nuestro trabajo y nuestro mundo.

El confinamiento ha sacado lo mejor de nosotros. Aplaudimos diariamente al colectivo sanitario y a los cuerpos de seguridad. Nos emocionamos con las personas y organizaciones que, de manera altruista, contribuyen a hacer más fácil la vida de los afectados por la pandemia.

Una vez que esto termine, o incluso antes, sacaremos lo peor de nosotros.  Ya suenan los tambores de guerra que anuncian pelea política, y suenan las cacerolas que demuestran el desagrado y desapego hacia esa clase política egoísta, falta de empatía, de sensibilidad y seguramente de preparación.

Pero, a pesar de la masacre humana que nos marcará durante años y a pesar del escenario nada agradable que se nos viene encima, la vida continúa. Las empresas, los trabajadores, los comercios y los autónomos ya están estirando sus músculos para salir de caza con un hambre voraz y también con un millón de dudas y un nivel de incertidumbre nunca antes vivido.

¿Cómo quedará mi sector?, ¿entrarán los clientes a mi negocio?, ¿habrá más competencia? ¿recibiré las ayudas prometidas?, ¿cómo venderé el material que compré?, ¿cuánto durará el ERTE?, ¿qué respuesta tendrá la demanda?, ¿tendré trabajo?  

Nunca había leído tanto como en estas semanas de confinamiento. Libros sobre nuevos modelos de negocio, transformación organizacional, tipologías de equipos, metodologías y herramientas de gestión, de liderazgo, de ventas, de psicología y también libros de historia y de filosofía.

He asistido a todo tipo de webinars y devorado todos los informes que he podido encontrar. Informes macroeconómicos, sectoriales, sociológicos y también históricos. Muchos con una aproximación apocalíptica y negativos. Otros de gran profundidad y análisis que me han proporcionado elementos clave para comprender la situación actual y anticipar los posibles escenarios tras la pandemia.

He construido mi propia opinión y quiero compartirla.  La comparto desde la humildad de quien lee y aprende de los que saben más que yo, y desde el sentido crítico que rechaza lo que no me ha gustado. 

La comparto porque deseo aportar una perspectiva diferente. Una perspectiva provocadora, que incomode y que induzca a la reflexión.  Una perspectiva alejada de los tópicos y las corrientes envenenadas de las masas alienadas.

Hacerse las preguntas adecuadas.

Existen dos tipos de personas: las que se quejan y las que actúan.

Me molestan las personas que se pasan el día diciendo que esto es un desastre total, que nada será lo mismo y  que se avecina el fin del mundo. Me aburre la televisión que traiciona sistemáticamente el código deontológico del periodismo para servir a los políticos. 

Y me canso de escuchar a empresarios y líderes mediocres que se pasan el día llorando y criticándolo todo. Personas que aprovechan la situación para contribuir a la reconquista del poder político que les fue usurpado ilegalmente, según creen.

Otros que luchan desesperadamente por dibujarnos una realidad falsa, construida sobre datos manipulados y mensajes cargados con otro tipo de virus que pretende alienar a la sociedad para evitar así una pérdida de privilegio y de poder.

Empresarios y líderes que buscan resolver todos sus problemas de manera cobarde manipulando la cuenta de resultados en una hoja de excel perversa y fría.  

Directivos de cuello blanco alejados de la realidad, desconectados de los problemas vitales de las personas que forman su organización.  Semidioses de esa disciplina que tanto les gusta pronunciar que se llama gestión.  Empresarios irresponsables. 

¡Qué desastre de gobierno! ¡Qué falta de gestión más absoluta! ¡Qué injustamente se trata a los empresarios!

A veces me pregunto si este tipo de personas no cree que la población mundial debería al menos una vez en su vida peregrinar para honrarles y darles las gracias por su existencia. 

Ya está bien de tanta mediocridad. Necesitamos más que nunca empresarios y líderes de altura. Personas que miren hacia adelante, y sobre todo que se pregunten por qué esta crisis les afecta tanto. 

¿Por qué no fui capaz de digitalizar mi negocio? ¿por qué no fui capaz de lanzar ese servicio  tecnológico que me habría generado ingresos durante la pandemia?  ¿Por qué no cambié la estructura de mi organización para ser más agiles? ¿Por qué siempre me supera la competencia? ¿Por qué mi sector está cambiando tan rápido y yo no? ¿Por qué mi equipo no responde cuando digo lo que hay que hacer? ¿Por qué no fluye la comunicación en la empresa? ¿Por qué mis colaboradores no se involucran? ¿Por qué no arranqué esa startup a tiempo? ¿Quién me puede ayudar? 

Estas son las preguntas que deben hacerse y que deben ser respondidas con análisis,  autocrítica y responsabilidad.

Me gusta mucho más leer y escuchar con atención a los empresarios y líderes que he conocido en mi vida profesional y a otros que he descubierto durante el confinamiento.  

Esos empresarios y líderes que hablan poco y escuchan mucho, que están cambiando cosas sin parar, en silencio, haciendo experimentos cuando parece imposible hacerlos.

Empresarios y líderes que ponen la estrategia de la organización en manos de sus equipos. Equipos auto-organizados capaces de tomar las decisiones con autonomía, responsabilidad y un sentido de negocio inquebrantable. 

Empresarios y líderes que leen sin parar, que desaprenden y aprenden una y otra vez, que se cuestionan todo. Personas que no esperan nada de las instituciones ni de los bancos, que buscan retar y desarrollar a todos los miembros de su organización.

Empresarios y líderes que saben proyectarse al futuro. Que han comprendido que la velocidad de cambio es exponencial y no lineal. Que han comprendido que la tecnología está al servicio de su propósito para transformar su organización y también la sociedad.

Empresarios y líderes valientes que abrazan la incertidumbre para que les guíe en estos momentos. Personas que merece la pena escuchar.

Mirando al pasado para comprender el futuro.

Seguramente por la influencia que tienen mis últimas lecturas, veo a estos empresarios y líderes como auténticos estoicos. 

Personas completamente volcadas en cambiar lo que pueden cambiar e ignorando radicalmente lo que no pueden cambiar.  

Personas que mantienen a raya sus opiniones acerca de lo que está ocurriendo. Personas que confrontan sus propias creencias para sustituir sus emociones negativas por positivas.

Me quedo también con la sabiduría de quien ha vivido muchos años. Personas como John Sculley, ex-presidente de Pepsico y ex-director ejecutivo de Apple, capaz de exponer con una seguridad asombrosa lo que vendrá después. Capaz de conectar los puntos del pasado.

Crisis como la de 1.987, la crisis de los 90 con las ‘.com’, la crisis del 11s o la crisis del 2.008 refuerzan la teoría de John Scully de que siempre existe un periodo antes y un periodo después de una crisis, y que durante ese paso forzado de periodos es cuando se producen las grandes ideas.

Quien no comprenda esto dedicará muchísimo esfuerzo en intentar volver al pasado, en volver a una realidad que ya no existirá jamás. Su futuro está escrito…

Las personas que acepten la nueva realidad serán las que consigan crear un nuevo producto, un nuevo servicio o un nuevo modelo de negocio que generará una disrupción, que podrá convertirle en líder de su sector o quizá de un sector que ahora no existe.

La historia está llena de estos ‘cisnes negros’ que nacieron en momentos de penuria y de dolor. El paso del 2G al 3G en 2.007, el primer iphone que reproducía vídeo en su pantalla son algunos ejemplos.

Y también lo son las empresas como Google, Netflix, Spotify, Uber o Airbnb, que pasaron por sus momentos de crisis vitales hasta convertirlas en líderes indiscutibles.

En el mundo de la manufactura podemos trasladarnos a la crisis que sufrió el Japón de los años 50. Un país devastado por la guerra, con un altísimo índice de analfabetos y una edad media muy elevada por culpa de la pérdida de jóvenes en el frente.

¿Acaso no tiene mérito que una empresa como Toyota, nacida en esa época, fuera capaz de conquistar el mundo de la automoción, creando un modelo productivo que todavía hoy todo el mundo quiere copiar?  

¿Una oportunidad perdida?

Dentro de 20 años se hablará de esta pandemia, se hablará de muertos y espero que también se hable de cómo se consiguió una vacuna en tiempo récord.

Pero, al igual que John Sculley, habrá otras personas que contarán cómo una empresa X u otra empresa Y nacieron durante la pandemia. 

Contarán cómo se crearon nuevos Google, nuevos Netflix, y toda una nueva generación de empresas y modelos de negocio que cambiaron el mundo una vez más. Contarán cómo las tecnologías exponenciales siguieron cambiando el mundo y la realidad.

Nuevos líderes, nuevos libros, nuevos webinars (o como se llamarán entonces) y nuevos informes que leer.  La historia se repetirá.

Nunca antes había tenido tanta relevancia la frase acuñada por nuestro colaborador David Hanna (HPO Global Alliance), que dice:

“Todas las organizaciones están perfectamente diseñadas para obtener los resultados que obtienen”

El diseño lo esto todo. El diseño es el reflejo de la cultura de una organización, de sus creencias, de las decisiones y estrategias pasadas.

Si lo más importante para una organización es su diseño, ¿por qué no aprovechamos este momento histórico para re-diseñarla?

Nunca antes el mundo se había detenido en seco como ahora.  Nunca antes las cadenas de valor y las fábricas de todo el mundo se habían parado a la vez.  

Nunca antes habíamos tenido sistemas de comunicación tan potentes que pudieran conectarnos a través del mundo en tiempo real.

Nunca antes habíamos tenido acceso a tanta información y a tanto conocimiento como ahora.

Si esto es así, ¿no es este el momento de tomar las decisiones que antes no nos atrevíamos a tomar?, ¿no es este el momento para experimentar?, ¿no es este el momento para aprender de los que más saben?  ¿no es este el momento de crear una startup?, ¿no es este el momento de cambiar la estructura de toda la organización?, ¿no es este el momento de cambiar la cultura?, ¿no es éste el mejor momento para cambiar uno mismo?

El tiempo se acaba. No desaprovechemos esta oportunidad histórica para cambiar nuestra organización,

Mis respetos a todas las personas que se fueron por culpa de esta fatídica pandemia.

Yon Valverde, Director Asociado ActioGlobal

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