¿Cuántas capas?

capas de cebolla
En la vorágine en la que estamos metidos desde hace unos años, y más concretamente en todas las medidas que se están tomando, o a punto de tomar, en las últimas semanas, destaco una, que tiene que ver con la organización y distribución de recursos en la Administración Pública española.

Voy a intentar no entrar en temas políticos, sino que enfrentaremos el tema desde una visión más técnica y de gestión de empresa.

Modelo de gestión de empresa

Resulta que han descubierto la «sopa de ajo» y ahora se dan cuenta (¡qué poco pisan el gemba!) que tenemos demasiados niveles, demasiadas capas organizativas:que si Gobierno Central; que si los Autonómicos; que si las Diputaciones; que si los Ayuntamientos; que si los Consejos Comarcales; que si los Cabildos; que si… Es decir, una Administración mastodóntica, convertida en un monstruo generador de negocio, de puestos de trabajo y de ineficiencia.

Y el problema principal, no es tanto el modelo organizativo (que en este caso, pienso que también lo es), sino el modelo de gestión, que no es lo diligente y eficaz que debiera ser, obviando todo lo que tiene que ver con lo delictivo, que pesa y mucho, pero que aquí no toca hablar de ello.

Vayamos a la empresa.

¿Qué pasa cuando existen demasiados niveles jerárquicos?

¿Qué ocurre cuando algunas funciones se solapan (o lo contrario)? ¿Qué acontece cuando la ineficiencia campa a sus anchas?

Empezando por esta última pregunta, ineficiencias vamos a tener siempre, pero el efecto multiplicador de la anchura o altura del organigrama, va a hacer que se agudicen todavía más.

El hecho de inventarnos actividades o puestos de trabajo, hace que la organización esté sobredimensionada, por tanto, destensada, lo que conlleva una peor gestión, siempre. Las duplicidades (o lagunas clamorosas) nos llevan a la relajación («porque ya lo hará el otro»), lo que nos dirige a la incompetencia  y a un más elevado consumo de recursos.

Finalmente, cuantos más niveles, cuanta más altura exista en el organigrama, mayor será la cuantía del muda y el impacto del Efecto Forrester, en cuanto a la amplificación y distorsión de toda la información y de todas las acciones que tomamos en nuestra empresa. En estos días que estamos transitando, resulta que hemos descubierto que la austeridad es un valor en si misma, cuando debiera ser una manera de vivir cotidiana. Las empresas que se despilfarran a través de organizaciones complejas y dimensionadas sin ningún sentido, tienen un futuro tirando a negro, muy negro.

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