¿Dejamos la ISO?

adios a la ISO
En los últimos (difíciles) tiempos, me han llegado comentarios de diferentes personas, de empresas y sectores diversos, con el mensaje de que han dejado de certificarse por la norma ISO, o bien, que están pensando en hacerlo. La noticia es chocante, por un lado, pero a la vez, lógica. Veamos el porqué.

La ISO 9000

La ISO-9000 empezó a funcionar en la década de los 80, por lo que ya tiene más de 20 años de existencia. Si lo tratáramos desde la óptica del ciclo de vida del producto, convendríamos que el producto ha entrada ya en una fase de gran madurez, cercana al declive como cualquier otro tipo de producto o servicio. Si bien es cierto que a lo largo de estos años se han ido haciendo revisiones de la norma, no lo es menos, que es más de lo mismo. Por tanto, ha dejado de ser una novedad y eso, ya se sabe, es un «pecado mortal» en nuestra sociedad de consumo. Esto mismo le ha ocurrido a muchísimos productos, servicios y conceptos, que ya no son lo que eran, o simplemente, no existen.

Sin que sirva de precedente, voy a romper una lanza en favor de esta norma. Porque cualquier norma, como cualquier otra herramienta en sí misma, no es ni mala ni buena, ni eficiente ni ineficaz, es simplemente un instrumento en manos de quien tiene que gestionarla. Y ahí está el problema.

Por un lado, nos han vendido (a mí también) la ISO como una «pócima milagrosa» que sanará todos nuestros males, incluidos los de amores. Por otra parte (y una vez más) nos hemos creído que existe la «varita mágica potteriana» que lo soluciona todo al instante, independientemente del esfuerzo que debemos realizar para todas las actividades de nuestras vidas. Y eso ha llevado a engaño a muchos. «Yo compro la ISO, cuelgo el cuadrito en el hall de la empresa, lo pongo en los formatos de papelería que se vea bien, preparo la auditoría tres días antes y ¡alehop! a partir de ahí, todo será maravilloso…». Y no es así, amigos blogueros.

ISO se ha convertido en una commodity

Pero aún existe un problema peor actualmente, y es que la ISO se ha convertido en una commodity, que no distingue a nadie de nadie. «Todos somos iguales», por tanto nos hemos de diferenciar en otros temas, y que mejor en estos tiempos, que hacerlo a base de precio. Siempre ha sido así, en la cultura reinante, pero ahora mismo estamos en un torbellino que nos hace que, todavía más, una «nimiedad como la calidad» no sea tenida en cuenta ante «un precio irresistible». La historia de siempre e interminable, «el triunfo del cortoplacismo ilustrado».

La esencia de la ISO es (¡debiera ser!) el de la mejora continua, progresiva, evolutiva, día tras día, a largo plazo, al igual que intentamos hacer en otros ámbitos de nuestra vida. Si no hay claridad de ideas, determinación, continuidad y esfuerzo, la mejora continua «por mucho que la vistas de seda, mona se queda». Por mucho que tengamos el sello ISO en nuestra empresa, no dejaremos de ser, como ya hemos comentado en otras ocasiones, una empresa de Mejora Continua 0.5, muy lejos de las empresas «campeonas» que están a años luz de sus competidoras.

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