Menorca es uno de mis rincones favoritos, por no decir el que más. Es uno de los paraísos que todavía quedan en el Mediterráneo. He estado allí hace unos días, oxigenándome, a la vez que ordenaba mis pensamientos.
En una de las vueltas que he dado en coche, he pasado por delante de la Planta de Kraft Foods, en Mahón, allí donde fabrican el ‘mítico’ quesito «El Caserío». No por conocida la noticia, deja de chocar la imagen que acompaña a este ‘post’ y que realicé en la puerta principal de la citada planta, ilustrada por ese conjunto de camisetas colgadas en la valla, con toda clase de historias, frases o reivindicaciones, para que los famosos quesitos no abandonen Mahón, y coronada con el rótulo principal en el que se culpabiliza y se tiene vergüenza ajena de la empresa multinacional. El lazo verde está presente por toda la isla, en señal de ‘luto profesional’, por la decisión que ha tomado la empresa, que todavía a día de hoy no tiene plazo final.
Por qué deslocalizan las empresas
Pero no es mi propósito hurgar en la herida social que se ha abierto, ahí en Menorca, y en otros tantos lugares de nuestro Mundo. Lo que me gustaría es reflexionar en el porqué las empresas abandonan una ubicación concreta, en la que incluso llevaban mucho tiempo establecidas.
Empecemos por el principio, pensando en por qué vinieron esas empresas.
La respuesta suele ir acompañado de dos factores fundamentales a tener en cuenta:
- Los costes laborales del lugar escogido eran mejores que los de otros lares.
- El mercado local tenía cierta masa crítica como para hacerlo atractivo.
Además, podríamos añadir alguno más, como lo sería que en muchos casos hubo ayudas públicas a la instalación o que el suministro de materias primas (como lo es la leche, en el caso que nos ocupa) era interesante. Con toda seguridad, éstos dos últimos factores facilitaron la implantación, pero los dos primeros fueron claves.
Durante años, esas inversiones fueron (más) rentables que las realizadas en otros países, pero quien nos lo iba a decir que el desmoronamiento de la órbita soviética, unido a la incesante búsqueda de nuevos mercados por parte de las empresas, algunos de ellos enormes, como lo es el caso de los países componentes del llamado grupo BRIC, conduciría a que el foco que antes nos iluminaba, fuera languideciendo (empeorando) paulatinamente hasta el momento presente.
La deslocalización u «offshoring», es un fenómeno tan antiguo como el Mundo.
Cuando nos toca la parte amable, todo es fantástico; pero cuando viene la contraparte, no la entendemos. Es injusto, pensamos. Y es cierto que hay personas, empresas, que lo van a pasar mal. En el mundo de la empresa hay que ser realista, con los aditamentos éticos correspondientes, pero muy prácticos. Se va en busca del máximo beneficio y de la máxima rentabilidad. En el momento que ésto no es así, o se tiene mejor alternativa, se cambia. Es así de duro y así de simple de explicar.
Y ¿qué ha pasado en los últimos años? Pues que muchas empresas y profesionales (¿por qué no decirlo?) han vivido en «un mundo feliz», de grandes ventas que venían casi por sí solas, dada la bonanza económica que reinaba, sin pararse a pensar que el ciclo podía cambiar. Y todo ello, dio pié a una empresa llena de excesos, en muchos casos. ¿Qué ocurre ahora? Pues que las empresas que hicieron «sus deberes», aumentando su competitividad a través de mejora continua de sus procesos, sobrellevan la situación económica actual, a pesar de los problemas, como el de la caída de ventas, con mucho mayor facilidad. Las que no lo han hecho, no pueden compararse con los países emergentes (no sólo en costes) y se han asegurado su final.
¿Quiere ello decir que con mayor competitividad no habrían deslocalizaciones?
Sería ingenuo aseverarlo, pero lo que sí que es cierto es que la decisión no estaría tan clara, ni sería tan fácil. Dicho al revés, la actuación de algunas empresas, la de todas sus gentes (en el grado de responsabilidad que les corresponda), ha puesto en bandeja de plata algunas decisiones tomadas a cientos o miles de kilómetros de distancia.
La mejor manera de asegurar nuestras empresas es obteniendo la máxima productividad y competitividad en las mismas. Estar pensando en ser los mejores, siempre. En definitiva, que la deslocalización no venga dada por aquello que está en nuestras manos realizar. De lo que no está en nuestras manos, no somos propietarios; de la otra parte, sí.