Google con motivo de su décimo aniversario ha tenido una curiosa iniciativa, becar ideas para mejorar el mundo. De manera que cualquiera puede aportar su idea para elegir posteriormente las mejores entre las que repartiran los 10 millones de dólares del premio.
En las empresas tenemos una fuente de ideas en cada una de las personas que participan en nuestros procesos y muchas veces no conseguimos disponer de esta información. Históricamente al personal, sobretodo en las áreas de producción, se le ha informado, a veces poco sutilmente, de que no se espera de ellos que aporten ideas, lo que reducido a una de las frases lapidarias sería que «no se les paga por pensar sino por trabajar». En este sentido, las ideas, mejoras, muda, oportunidades de mejora o cambios emanaban desde dirección y fluían hacia la base de la pirámide y las sugerencias, muchas veces en forma de queja, provenientes de la base eran rechazadas por gente «más preparada y con mejor criterio». El personal, después de insistir repetidas veces deja de aportar ideas viendo que no hay una respuesta a las mismas y/o la respuesta es siempre negativa. De repente, después de años trabajando de esta manera, le decimos a nuestro personal que ahora queremos que «cambien el chip» y aporten ideas que permitan la mejora de los productos o procesos y nos enfadamos cuando no tenemos la respuesta esperada por parte del personal. Queremos cambiar la inercia de años en dos días y nos sorprendemos ante la poca colaboración del personal. Añadido a todo esto, nos encontramos con que no tengamos definido el canal adecuado para gestionar estas aportaciones de ideas de nuestro personal con lo que aún se provoca más rechazo ante nuestras peticiones de que la gente aporte.