La semana pasada, participamos en una de las Jornadas anuales que realizamos las empresas de consultoría pertenecientes a la red europea SPIN (Sustainable Performance Improvement Network). Concretamente, era la Jornada de nuestros colegas de la firma francesa Quaternaire, que se realizó en París, y donde participaron más de noventa directivos de empresas de matriz gala, o bien, multinacionales establecidas en el país vecino.
Una de las actividades, en formato workshop, tuvo que ver con las problemáticas que se suscitan en las industrias que trabajan a turnos. Y dentro de los posibles turnos que puedan realizarse, una vez más, el turno «estrella» fue el de la noche, por lo «antinatural» que resulta trabajar en el horario en el que supuestamente deberíamos estar «todos» durmiendo. Quien «lo haya vivido en sus propias carnes», sabe de qué estoy hablando.
Las opiniones de los asistentes fueron variadas y el debate intenso: que si es mejor iniciar el día a las 7 horas que a las 6; que si es mejor que no haya turno de noche; que si han de rotar los operarios; que si lo ha de hacer todo el mundo; que si la rotación ha de ser asíncrona; que si iniciamos la semana el domingo por la noche o el lunes por la mañana; que cuándo formamos a la plantilla del turno nocturno; y así, un largo etcétera. En definitiva, todas esas cuestiones que se plantean cuando surge la necesidad de «turnificar» el tiempo de trabajo en las empresas.
Sorprende que el tema suscite tantas problemáticas, cuando en muchísimas fábricas, el trabajar a tres o más turnos es algo natural e histórico. Y cuando, en muchos otros sectores, sobre todo el de Servicios (hospitales, policía, bomberos, etc.) está más que interiorizado el asunto, y se tiene mucha experiencia en el mismo. Y no puedo silenciar, que en muchas ocasiones, a los directivos de las empresas el problema que les molesta es que con asiduidad y frecuencia, un «de vez en cuando» exigente, debe hacerse presencia en el gemba que esté trabajando en el turno incómodo (el de la noche), aquel que no coincide con el habitual de los cuadros directivos de la empresa. Para que los empleados sepan que hay unas personas, un equipo directivo, que también lo son del turno de la noche.
Pero, a pesar de todas los problemas habidos y por haber, ¿cuál es, en mi opinión, el principal problema? No es otro que el de la variabilidad en el trabajo que se realiza a turnos. Si uno observa en el gemba (la planta), a los trabajadores de diferentes turnos, podremos apreciar fácilmente que los unos trabajan diferente de los otros, y que, por ende, los productos que elaboran también son diferentes, aunque pueda no apreciarse, o no queramos verlo. Es una variabilidad de proceso inducida por la falta de estandarización, o por «adecuación personalizada» de la misma a los trabajadores, unida a la falta de rigor y disciplina, quizá por la escasa información y formación que les damos a los operarios.
«Pongámonos las pilas» para conseguir que, independientemente del mes, del día, del turno y de la hora en la que produzcamos un producto o servicio, éste esté exento de variabilidad, gran lacra que nos lleva a no poder conseguir la Calidad Total, absolutamente necesario para que nuestra organización sea una empresa «World Class«, Y porque, no lo olvidemos, los clientes siempre pagan (morosos, a banda) con moneda de curso legal que tiene siempre, siempre, el mismo valor. No les defraudemos con productos que son de una u otra forma, en función de que turno lo ha hecho. Así sea…