Es curioso observar el hecho de que ciertos indicadores, independientemente de la empresa o el sector de actividad, evolucionan según un patrón similar. Concretamente me refiero al progreso que sufre la tasa de averías de un equipo o instalación durante el proceso de mejora del mantenimiento. Cada una de las fases de la actividad de mejora tiene un impacto (no siempre positivo) en la tendencia del indicador.
Actividades de Mejora
En toda actividad de mejora del mantenimiento hay una primera fase de concienciación del personal, en la que se explican los detalles de la actividad, los objetivos y la importancia que tienen las personas durante este proceso de mejora. Como consecuencia de esta primera actuación y durante las siguientes semanas, es probable que el indicador de averías empeore sensiblemente. ¿Cómo es posible? ¿Acaso la formación tiene un efecto perverso? En realidad este efecto es fruto de la propia concienciación del personal: aquellos ruidos o pequeñas vibraciones a los que antes el personal no prestaba atención, ahora se han convertido en motivo de parada y revisión del equipo.
Esta primera fase de concienciación y su impacto negativo se corrige rápidamente. Existe un punto de inflexión a partir del cual, es muy probable que entremos en una segunda fase de mejora sostenida del mantenimiento y una consecuente reducción de las tasas de averías. Poco a poco el impacto de las mejoras en el mantenimiento (autónomo, planificado etc.) surtirán efecto y las tasas de averías se reducirán mes a mes.
La evolución natural de esta curva debería ser una aproximación asintótica hacia el ‘0’: el ratio de averías se reduce progresivamente, aunque a medida que nos acercamos a la excelencia, cada vez resulta más difícil la mejora.
A mayor excelencia menor índice de mejora
No obstante, hay un siguiente punto de inflexión en esta curva evolutiva de la tasa de averías que se manifiesta como un repunte en las averías de la línea y suele presentarse aproximadamente un año después de iniciar el proceso de mejora. La causa de este cambio de tendencia se debe precisamente a la mejora conseguida. Durante la etapa anterior al proceso de mejora, el elevado nivel de averías justificaba un aporte sustancial de dinero a la gestión del mantenimiento. Un año después el nivel de averías de referencia es menor, con lo que en muchas ocasiones las empresas cometen el error de reducir de forma desproporcionada el presupuesto de mantenimiento. En la medida en la que se produce esta reducción, el cambio en la tendencia de la tasa de averías será mayor o menor. Corregir esta desviación está en manos de la dirección.
En definitiva, las empresas no debe dedicar recursos e inversiones a mantenimiento cuando tienen elevados ratios de averías. Es precisamente todo lo contrario: la dedicación disciplinada y constante de recursos al mantenimiento es lo que permite mantener las averías bajo control.