Miren la foto que ilustra este ‘post’. Está tomada hace unos días en el Parque Tecnológico de Valencia, ubicado en Paterna.
La foto no tiene desperdicio. En ella se observan dos estándares suficientemente elocuentes:
- El letrero con la leyenda (un ‘one-point-lesson’ imperativo): «Da la vuelta». Podemos decir que es un estándar institucional o corporativo por el tono exigente de la frase, pero a la vez informal, por la hechuras del mismo: un panel de madera, una estaca, algún clavo y un poco de pintura.
- El sendero realizado a base de pisar el césped, haciendo caso omiso del letrero anterior, a pesar de estar colocado a lado y lado del parterre obstruyendo el paso de los viandantes. Éste es un estándar informal que detectamos a través de la gestión visual. Es muy evidente que ahí hay un camino.
Estandares informales
Por lo visto en ambos casos, los estándares informales existen. Y lo hacen por dos motivos principales:
- Por la ausencia de estándares formales.
- Por el rechazo a los estándares establecidos.
En este ‘post’ nos encontramos en el segundo caso.
La pregunta que los directivos debemos hacernos es ¿qué podemos hacer para que los estándares funcionen? Y las respuestas podrían ser las siguientes:
- Consensuarlos con todos los miembros de la organización.
- Adaptar aquellos estándares informales, que hayan surgido por generación espontánea, para cubrir una necesidad no satisfecha.
¿Y qué no debemos hacer?
- No disponer de estándares de actuación. Nos conducirá a la variabilidad de acción y a la ineficiencia.
- Imponerlos desde la atalaya del «ordeno y mando». Nos conducirá a la desmotivación de las personas.