Estamos muy acostumbrados a vivir rodeados de siglas, de acrónimos y de términos, tanto en nuestra lengua, como en otros idiomas ajenos.
Una de las siglas que más éxito ha tenido, desde hace años, es la del I+D (Investigación y Desarrollo), el R+D, en otros idiomas.
Ahora, cuando nos hemos dado cuenta que además hay que innovar (nunca es tarde, aunque en muchos casos, a buenas horas…), le hemos añadido una «i» minúscula, con la boca pequeña (¿por qué será?), al concepto anterior. Por tanto, tenemos unas nuevas siglas: I+D+i.
Analizando I+D
Si analizamos al I+D, podríamos convenir que estas dos actividades, serían operativas. «Meros» procesos metodológicos con el objetivo de conseguir progresar en nuestros conocimientos y en la deseada aplicación de los mismos.
La «i» pequeñita, la de la innovación, la convertimos en mayúscula, conjuntamente con la «M», del título de esta entrada, y obtenemos el nuevo concepto, el «I+M». Ambos conceptos, ya no tienen el mismo significado que el «I+D» anterior, sino que son auténticas «maneras de vivir», auténticos «motores», que deben estar impregnados en el «ADN» de la cultura corporativa de la empresa. No tenemos más remedio: hay que innovar y debemos mejorar (esta es la «M»), constantemente, continuadamente, progresivamente.
Y veamos, lo que significan ambos términos:
Innovación:
- hacer cosas nuevas, y por cosas, entendamos productos, procesos, organizaciones, etc. El objetivo final de la innovación es diferenciarnos por arriba de nuestros competidores, en un mercado de absoluta competencia. La innovación nos dará ventaja competitiva.
Mejora:
- hacer las cosas (las mismas que definimos en el punto anterior) de manera más eficiente, más productiva, más competitiva. El objetivo final de la mejora es la excelencia, es decir, intentar ser superiores a nuestros competidores, haciendo más eficaces a nuestras operaciones. Lo que también nos hará más competitivos.
La combinación de ambas acciones, I+M, es vital para nuestras empresas. Por siempre más.
Cuando vuelvan los «buenos tiempos», que volverán, no regresemos a dejar caer en saco roto los hechos trascendentales de la innovación y de la mejora. Entraremos en una perversa «montaña rusa», en la que sólo mejoramos y/o innovamos, «cuando truena». Y no olvidemos que los mejores resultados, se dan cuando estamos tranquilos. Cuando no estamos bien, andamos más nerviosos, menos lúcidos.