Hace unos días, en una de las conversaciones que tuve con mi socio, Mauricio Salinas (gran experto en la mejora continua de negocios, procesos y operaciones, a través de lean y kaizen), durante su estancia en Barcelona, con motivo de la Jornada de celebración de nuestro 10º aniversario, me explicó una de las múltiples historias que jalonaron la vida del maestro en artes marciales y estrella del cine, Bruce Lee.
Tengo que confesar que nunca he sido aficionado a este tipo de deporte, ni de las películas que protagonizaba el personaje en cuestión. Pero la historia que Mauricio me explicó, captó mi interés, por la analogía que realizó con nuestros trabajos en múltiples empresas.
Resulta que Bruce Lee se fracturó unas vértebras en uno de los combates que realizó, lo que le acarreó una paralización de sus extremidades. En el largo tiempo que permaneció inmovilizado, y con la complicidad de su mujer, estuvo analizando con detalle: ¿qué le había pasado? y ¿por qué le había ocurrido?
Denotó que todo lo que había hecho en el combate que perdió, seguía las más estrictas normas de la escuela del arte marcial correspondiente, donde se había formado. Su cabeza se atormentaba sin comprender que sucedió, hasta que en un momento determinado, se le hizo la luz. Lo hacía todo bien, pero le faltaba velocidad. ¡Esa era la clave! Y llegó a tal conclusión, pensando en lo que ocurría en las peleas callejeras en las que había participado en su San Francisco natal. En la calle también hay reglas, pero sobre todas ellas, impera la velocidad de acción.
Excelencia, rapidez, cambio y mejora continua.
Gracias a su tesón y perseverancia, Bruce Lee logró recuperarse. Entrenó duramente en adquirir aún mayor técnica, pero ahora con una velocidad muy superior. Volvió a combatir con quien lo había derrotado y lo derrotó en algo más de 50 segundos. La ortodoxia había dado paso a su tremenda velocidad, combinada, claro está, con una depurada técnica.
Hasta aquí, la leyenda de Bruce Lee. A partir de aquí, vemos que ocurre en ciertas empresas. Se lo saben (casi) todo, y (en el caso de que se decidan actuar, que ese es otro problema), lo hacen con una lentitud excesiva, lo que les impide triunfar de manera plena.
Es por ello, que me he permitido titular este post con el desafiante título de «Lean callejero». No es ninguna de las múltiples variantes del lean, simplemente es el lean que precisan las empresas y sus profesionales que trabajan hands-on, para que sucedan cosas en el gemba, rápidamente, y consigan «ganar el combate» de la Excelencia Operacional, ante sus enemigos principales, en forma de muda, de mura o de muri.