Liderar para inspirar: trata a tu equipo cómo se merece

Si quieres crecer en tu función como líder, necesitas ser capaz de liderar para inspirar. Hoy te traigo las pautas que te ayudarán a convertirte en un líder genuino capaz de sacar lo mejor de su equipo:



Liderar para inspirar es estar al servicio de los demás

Estar al servicio de los demás te garantiza conseguir unos objetivos mucho más amplios de los que conseguirías por ti mismo y de los que ese conjunto de personas conseguiría si tú no estuvieras. Ese es tu reto. Superar tu ego y pensar en los demás, en el beneficio común. Y hacerlo de forma genuina.


Poco se habla de vulnerabilidad y el liderazgo.
Una de las claves para que las personas entiendan los “para qué” y movilicen su energía para ir a por ellos es que, con transparencia y humildad, les hables de lo que necesitas de ellos, de lo mucho que aprendes de ellos. Y si no lo ves, si mientras lees esto piensas que no tienes nada que aprender de las personas de los equipos que lideras, tienes un gran problema.


Humildad y vulnerabilidad para liderar. Solo así serás capaz de ponerte a su servicio. Darles y facilitarles lo que necesitan para crecer, para que sus objetivos se fusionen con los de la organización.



Saca el máximo potencial de tu equipo

Si lideras para inspirar, tu equipo conseguirá resultados más altos de los que habría logrado sin ti. Gracias a ti y a cumplir a rajatabla el primer punto.


Y para eso necesitas conocerlos. Necesitas ver a tus personas en acción. Tienes que encargarte de que construyan alas. Proporciónales espacios para que crezcan. Explorar juntos nuevos escenarios de desarrollo. Probar, probar… y fallar. Ojo con dejarles alas y luego estar abajo con el garrote esperando a ver si se caen. Para liberar el potencial hay que experimentar. Y cuando experimentas, fallas y te caes. Pero creces. Al final, siempre creces.


Confía en el potencial de tu equipo por encima de cuanto ellos mismos creen en él. Y acompaña. Permite que se caigan y echa una mano si ves que no pueden. Y probad, probad de nuevo.


No hay escasez de talento, lo que hay es exceso de talento asfixiado. Enjaulado, aplastado, cohibido y acomplejado. Es tu función liberar ese talento. Y crear los espacios y las funciones necesarias en tu organización para que este se pueda poner en acción.



Claridad de objetivos

Cada vez que entro en una empresa, casi a modo de ritual, me pregunto y me encargo de comprobar esto:


  • ¿Las personas tienen claro cuáles son sus tareas?
  • ¿Saben cuáles son sus objetivos?
  • ¿Saben qué se espera de ellas?
  • ¿Tienen la posibilidad de compartir ideas para que conseguir sus objetivos sea más fácil y eficaz para ellos y para la organización?
  • Ya, ya sé que tienen la posibilidad, ¿realmente se tiene en cuenta su opinión?, ¿se les da respuesta?
  • ¿Acuerda con ellos qué hitos tienen que ocurrir y qué resultados nuevos tienen que alcanzar?
  • ¿Se les proporciona un adecuado respuesta tanto para lo que hacen bien como para aquellos aspectos que necesiten mejorar?
  • ¿Se ven reconocidos y recompensados en sus funciones? ¿Cuántas veces les das las gracias a tus colaboradores?

Reflexiona sobre la contundencia con la que respondes a cada una de estas preguntas. Marcarán tu hoja de ruta en tu desarrollo como líder.




A los demás les tienes que tratar como les gusta que les traten; no como te gusta que te traten a ti.

Decirle adiós a tu ego pasa por entender que las formas en las que a ti te gusta ser tratado no necesariamente coinciden con las que les gustan ser tratados a los demás.


Parece lógico, pero os aseguro que mucha gente se sigue aferrando a la creencia de que como a mí me gusta que me den cañita para llegar a mis objetivos, a todas las personas de mi equipo también les gustará mi aliento en su cuello cuando quedan días para entregar el proyecto…


¿Verdad que es delirante? Pues un porcentaje muy alto de las personas que tienen como función liderar un equipo, tratan a las personas en función de sus preferencias personales. Error. Grave error.


Nuestra tarea como líderes es identificar cuáles son los patrones de funcionamiento de esa persona, cuáles son sus estilos cognitivos, dónde fluye mejor, qué le estimula, cuáles son los motivos que le llevan a la acción. Identificarlos y proporcionárselos. Que el liderazgo es cosa de dos. Y, a veces, se nos olvidan los gustos del otro.


Es importante para mí destacar que no soy yo la encargada de darle esos motivos. No se trata de poner zanahorias delante todo el rato, ojo con los reduccionismos.


Las personas de alto rendimiento y alto potencial tienen muy bien trabajada su motivación intrínseca. Y, si no la tienen tanto, puedo contribuir a su desarrollo, pero comparto aquella frase que Duró popularizó en su día: “Motivao y duchao se viene de casa….


Así que aprovecho para señalar que parte de las funciones del liderazgo es contribuir a una organización limpia de “desmotivadores extrínsecos” que tanto ruido producen y que tanto contribuyen al bajo rendimiento.


Y ahora cuéntame, ¿vas a tratar a las personas como les gusta ser tratadas? ¿Vas a modificar en la medida de tus posibilidades tu estilo de comunicación para mejorar tu relación con esa persona? ¿Vas a ocuparte de manera genuina por liberar su potencial?


Liderar es una tarea muy compleja. Te trae mil quebraderos de cabeza, buena parte de tu tiempo lo dedicas a las idas y venidas con tu gente.


La buena noticia es que es una competencia. Y, como tal, se entrena. Inspirar, promover el cambio, servir como guía, como referente, pasa necesariamente por, al menos, trabajar muy seriamente sobre estos cuatro pilares.


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