Como en todos lados, en nuestras empresas hay gente de todo tipo, productivamente hablando, es decir, gente que aporta o no su esfuerzo al trabajo que realiza. Ligado con esta afirmación, el pasado día 15 de Junio se publicó un artículo en “El periódico de Catalunya” que redujo mi optimismo de cara al largo plazo.
“En el conjunto de España, donde la Administración central del Estado tiene todavía un peso importante en algunas comunidades y los servicios centrales de Madrid, los funcionarios superan por primera vez a los empresarios con una ventaja simbólica de 4.600 personas. Hace un año, había 413.000 emprendedores más que empleados a sueldo del presupuesto público.
La información de la EPA (Encuesta de Población Activa) abona la denuncia pública realizada por el catedrático emérito de Historia en la Universitat de Barcelona Jordi Nadal de un incremento del “espíritu acomodaticio.
La ley del mínimo esfuerzo
Las encuestas y las colas de jóvenes que se presentan a las oposiciones para cubrir plazas de funcionario demuestran que la Administración es la empresa más deseada. Según una encuesta realizada por el centro de investigación Ivie, el 65% de los jóvenes hasta 30 años prefiere ser funcionario antes que trabajar con contrato fijo en una empresa con el mismo sueldo.” Aún recuerdo una presentación de un libro de productividad en la Cámara de Comercio de Barcelona hará un par de años, cuando aún ni se pensaba en la crisis, cuando al abrirse un foro de discusión aparecieron comentarios que fueron muy ilustrativos.
Director de una Ingeniería: “Es que no encontramos gente para trabajar… La juventud sólo quiere ser artista, funcionario o deportista”
Representante de la Generalitat: …”Yo diría aún más… ya no quieren ser ni eso… ahora quieren ser …famosos”
La cultura del esfuerzo está (o estaba) desapareciendo por una cultura del mínimo esfuerzo, del disfrute del día a día, sin ninguna visión a medio o largo plazo, con una búsqueda continua de la satisfacción personal instantánea conseguida con la menor dedicación posible.
Desaparición de la cultura del esfuerzo
Aún generalizando de forma totalmente injusta, ésta es la filosofía que se ha ido extendiendo en las épocas de bonanza por nuestras empresa, donde el principal objetivo es trabajar lo menos posible hasta límites que rayan la falta de profesionalidad, todo oculto por las ganancias que se iban generando.
Con esta motivación es más difícil conseguir cambiar procesos claramente ineficientes pero que ya le iba bien a ciertas personas que lo tenían controlado con un mínimo esfuerzo. Aparecen las frases a los nuevas incorporaciones: «no vayas tan rápido al hacer el trabajo que aquí hacemos las cosas a otro ritmo…»
Resumiendo, que como no hay trabajo, hay mucha gente en el paro, los padres ya no “subvencionan” tantas cosas, y no hay más remedio que ponerse a trabajar de lo que sea, la gente acepta trabajos que antes se despreciaban y cada uno se aferra, todos nos aferramos, a nuestro trabajo. Y baja el absentismo… se ve que los dolores son más soportables en épocas de crisis.
Por otro lado, la semana pasada informaban que habían subido las matriculaciones en Bachillerato y Formación Profesional. Si no trabajas, o no consigues trabajo, por lo menos estudias. No todo iba a ser malo.