Hace unas semanas apareció en los medios de comunicación, que el Gobierno de las Islas Canarias, había decidido repartir entre personas necesitadas, aquellos artículos alimentarios que se encontraban al límite de su consumo preferente, es decir, justo antes de que caducaran y no fueran aptos para el consumo humano.
Dicha noticia, hizo entrar en controversia a la sociedad canaria y finalmente quedó todo ello un tanto diluido. Finalmente, no sé qué han hecho al respecto.
Esta noticia nos sirve como excusa para comentar cómo operan nuestras empresas en algunos temas.
¿Por qué tenemos fechas de consumo preferente o de caducidad?
Se me ocurren tres posibilidades, no excluyentes o combinables entre ellas:
- Porque existen productos que pierden sus cualidades con el paso del tiempo.
- Porque compramos o fabricamos más de lo que precisamos.
- Porque no controlamos adecuadamente la gestión del inventario.
Veamos los tres grupos con detalle:
- Cuando está inmerso en un proceso con unos productos que por sus características técnicas u orgánicas están sometidos a la ‘tiranía de lo perecedero’, no puede gestionar como si de un producto inerte que existirá por siempre más. Razón por la cual debemos impregnar de más rotación, velocidad y flujo a nuestras operaciones y a nuestros inventarios. Y atención, la citada ‘fecha de consumo preferente’, que no de caducidad, es el típico concepto de ‘aseguramiento excesivo’, dada la poca fiabilidad y la elevada variabilidad de nuestros procesos y de nuestra confianza.
- Ya hemos hablado en anteriores entradas de este ‘blog’, que acostumbramos a llevar ritmos diferentes entre la demanda del mercado y nuestra propia oferta. Esa diferencia de cadencias entre una y otra, nos conduce a que ‘vayamos con el paso cambiado’, y que no exista ni la armonía ni el equilibrio que precisa la gestión de unos inventarios.
- Hemos decidido históricamente que el lugar donde guardamos nuestros productos, ya sea un almacén o un establecimiento comercial, sea de segunda categoría. Un centro de costes, sin más; sin considerarlo, como lo que puede ser, un centro de beneficios muy importante para la empresa. Por tanto, dada la cultura reinante, en muchos almacenes el control es precario y se deja en ‘manos’ de sistemas informáticos, que nos sirven como excusa de lo bien que llevamos el control de nuestros inventarios. Y ésto ocurre en todo tipo de empresas, las de productos perecederos y las que no los tienen.
A modo de resumen
- Debemos ajustarnos mucho más a la demanda. Hay que seguirla y marcarla de cerca. Sin excesivos ni superfluos coeficientes de seguridad, sino siendo conocedores, conscientes, de que nuestro producto tiene el problema de todo aquello que es perecedero, y que debemos ajustarnos de forma milimétrica al tema en cuestión.
- Convirtamos nuestra cadena de suministro (‘supply chain’) en una cadena de demanda (‘demand chain’). Hagamos / compremos únicamente lo que nuestra demanda nos pida. Tema complejo, pero que nos llevará a grandes resultados, a poco que empecemos con ello.
- Desarrollemos las cualidades y capacidades de nuestros almacenes, para conseguir unos costes y una calidad de servicio excelentes. Es una muy buena manera de fidelizar a nuestros clientes.
Para acabar, un consejo personal, no tiren los productos con fecha de caducidad preferente superada, sale caro para los bolsillos. En su lugar, observen, huelan, prueben el producto, constaten las propiedades organolépticas (perdón por la palabreja), y verán como en la gran mayoría de ocasiones se puede consumir. Una sociedad de consumo como la nuestra, no puede convertirse en una sociedad de consumo preferente. Recordemos que hay muchas personas que pasan hambre.