Permitirme que titule este post con lo que se denomina un oxímoron (combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido)
La palabra utopía proviene de la isla imaginaria, llamada con ese mismo nombre, que se inventó Thomas More (que más tarde fue canonizado, como Santo Tomás Moro), en su libro más famoso, conocido popularmente con la misma palabra, «Utopía«. Y el significado que se le da a ese vocablo en el diccionario, es el siguiente: «plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación».
Por otro lado, la segunda palabra, real, significa en nuestro caso: «que tiene existencia verdadera y efectiva». Lo que conocemos en el ámbito del TPS, como genjitsu.Si nos quedamos solo con la primera palabra, la de la utopía, no avanzaremos nunca hacia los propósitos que tenemos como objetivos. Vivimos en un mundo supuestamente pragmático, que ignora y rechaza cualquier idea que pueda suponer un cambio incómodo, por lo que muchas veces, pensamientos brillantes, que podrían convertirse en auténticas realidades, se quedan en el «cajón-de-las-ideas-olvidadas».
¿Qué podríamos o deberíamos hacer para convertir esa necesaria utopía, en algo palpable, que reporte beneficios a nuestra organización?
Planteemos el asunto desde dos ópticas diferenciadas y por un orden natural e inalterable:
Punto de vista de la Dirección (y aquí incluyo a todos los directivos de primer nivel):
- Creer en lo que se pretende hacer, con la consiguiente (mini) dosis de fe que siempre hace falta.
- Marcar retos y objetivos alcanzables, alineados con la estrategia de la empresa.
- Aportar recursos de todo tipo y condición, para que pueda llevarse a término el proceso que se inicia.
- Incentivar y espolear la participación de todos sus Empleados.
- Seguir de cerca la evolución del proceso.
Punto de vista del resto de Empleados (y aquí caben, desde los mandos intermedios hasta la base de la organización)
- Asumir lo que la Dirección ha marcado como hoja de ruta del proceso de Mejora Continua.
- Aportar las vivencias diarias del gemba, para conseguir las mejoras incrementales que necesitamos.
- Actuar decididamente en la implantación de esas mejoras pensadas.
- Aceptar la estandarización como elemento dinamizador de la mejora.
- Respetar todo lo que se haya conseguido, para que no decaiga.
Si nos aplicamos a conseguir los puntos citados, si los cumplimos, veremos que la probabilidad de que la utopía se convierta en realidad, será manifiesta. Y una vez demostrado que «yes-we-can«, los «agoreros», o se adaptan y reconocen la evidencia, o tendrán que tomar «la-maleta-de-los-escepticismos-y-los-malos-presagios», y largarse durante un tiempo, que esperemos que vaya para largo.