Arantxa García Fernandez
Danone South Europe Transformation Manager
Pongamos que hemos sido capaces de bajarnos de la rueda de hámster y darnos cuenta de que algo deberíamos cambiar.
El segundo paralizador de una transformación que se cruza en nuestro camino es el miedo.
Se dice que, ante la percepción de una amenaza, los animales y las personas respondemos con tres respuestas posibles: lucha, huida y parálisis.*1
Las cebras son conocidas por sus huidas ante ataques de depredadores, pero en realidad están preparadas tanto para la huida como para la lucha. En ese sentido, pueden llegar a ser mordedoras salvajes que en cautividad hieren a más cuidadores del zoológico que los propios tigres.*2

Las cebras pueden dejarse llevar por el pánico cuando se ponen nerviosas, de ahí que sean mucho menos dóciles que sus parientes équidos los caballos o los asnos y que rara vez haya sido posible ensillar a una cebra. Son prácticamente imposibles de atrapar incluso para vaqueros campeones de rodeos capturando con sus lazos a caballos, su excelente vista y capacidad para observar el extremo de la cuerda y esquivarla, impiden que las puedan atrapar. Esas características junto con el hecho que son animales que migran con las lluvias, las hacen casi imposibles de domesticar.
En todas las empresas existen cebras, personas que parecen dóciles, que diríamos que ante una amenaza van a responder con la parálisis, pero que para sorpresa de todos cuando se sienten amenazadas responden con la huida o la lucha.
Y en un contexto de transformación, el miedo ante una amenaza puede ser uno de los paralizadores más importantes para las organizaciones, incluso si las personas no responden con parálisis si no con lucha o huida.
A diferencia de las cebras, las personas respondemos con estrés no sólo ante una amenaza real, si no ante la imaginación de que tal amenaza pueda suceder, incluso si es remotamente improbable. Lo describe magníficamente bien Robert M. Salposky en su libro “¿Por qué las cebras no tienen úlcera?”: una cebra únicamente se estresa cuando tiene un depredador delante, es decir, una amenaza real. Las personas, en cambio, únicamente con imaginarnos ese depredador, incluso si no existe en ese momento ante nosotros, disparamos nuestros niveles de cortisol, la hormona del estrés.
Las” cebras” de nuestras organizaciones son altamente peligrosas. Parecen animales mansos, casi inofensivos, pero ante una amenaza (real o imaginaria) pueden reaccionar con furia para parar el cambio.
¿Cuáles son las principales amenazas que ven las “cebras” en las organizaciones? Los miedos que puede ver, o imaginar, cada persona pueden ser muy diferentes en función de su posición y personalidad, pero entre los más habituales encontramos los siguientes:

- Miedo a lo desconocido: De forma natural, son pocas las personas que les gusta salir de su zona de confort por miedo a no saber cómo gestionar situaciones nuevas o no dominar la situación.
- Miedo a perder algo: Cuanto mayor es la sensación de pérdida a la que nos enfrentamos con el cambio, más se resistirán algunas personas. En ese sentido, las personas con posiciones de poder (formal o informal) son las que pueden sentirse más amenazadas por el cambio.
- Miedo a que algo salga mal: Bien por miedo a equivocarnos, a que nuestra reputación se vea afectada o que acabemos estropeando más la situación es una de las razones por las que más nos paralizamos.
- Miedo a la incertidumbre: Pocas cosas llevan peor las personas que el no saber, la sensación de descontrol, de no saber lo que va a pasar es una de las causas de mayor estrés de las personas.
Referencias:
SI NO LEÍSTEIS NUESTRO PRIMER CAPÍTULO, NO DEJÉIS DE HACERLO. OS GUSTARÁ.
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